Jueves, 03 Marzo 2011 19: 40

equilibrio

Valora este artículo
(Vote 1)

Función del sistema de equilibrio

Entrada

La percepción y el control de la orientación y el movimiento del cuerpo en el espacio se logra mediante un sistema que involucra la entrada simultánea de tres fuentes: la visión, el órgano vestibular en el oído interno y sensores en los músculos, las articulaciones y la piel que brindan información somatosensorial o “propioceptiva”. información sobre el movimiento del cuerpo y el contacto físico con el entorno (figura 1). La entrada combinada se integra en el sistema nervioso central que genera acciones apropiadas para restablecer y mantener el equilibrio, la coordinación y el bienestar. La falta de compensación en cualquier parte del sistema puede producir malestar, mareos e inestabilidad que pueden producir síntomas y/o caídas.

Figura 1. Esquema de los principales elementos del sistema de equilibrio

SEN050F1

El sistema vestibular registra directamente la orientación y el movimiento de la cabeza. El laberinto vestibular es una diminuta estructura ósea situada en el oído interno y comprende el canales semicirculares lleno de líquido (endolinfa) y el otolitos (Figura 6). Los tres canales semicirculares están colocados en ángulo recto para que la aceleración pueda detectarse en cada uno de los tres posibles planos de movimiento angular. Durante los giros de cabeza, el movimiento relativo de la endolinfa dentro de los canales (causado por la inercia) da como resultado la desviación de la cilios proyectándose desde las células sensoriales, induciendo un cambio en la señal neural de estas células (figura 2). Los otolitos contienen cristales pesados ​​(otoconía) que responden a cambios en la posición de la cabeza en relación con la fuerza de la gravedad y a la aceleración o desaceleración lineal, doblando nuevamente los cilios y alterando así la señal de las células sensoriales a las que están unidos.

 

 

 

Figura 2. Diagrama esquemático del laberinto vestibular.

SEN050F2

 

Figura 3. Representación esquemática de los efectos biomecánicos de una inclinación de noventa grados (hacia delante) de la cabeza.

SEN050F3

moderna

Las interconexiones centrales dentro del sistema de equilibrio son extremadamente complejas; la información de los órganos vestibulares en ambos oídos se combina con la información derivada de la visión y el sistema somatosensorial en varios niveles dentro del tronco encefálico, el cerebelo y la corteza (Luxon 1984).

Salida

Esta información integrada proporciona la base no solo para la percepción consciente de la orientación y el movimiento propio, sino también para el control preconsciente de los movimientos oculares y la postura, por medio de lo que se conoce como reflejos vestibulooculares y vestibuloespinales. El propósito del reflejo vestibuloocular es mantener un punto estable de fijación visual durante el movimiento de la cabeza compensando automáticamente el movimiento de la cabeza con un movimiento ocular equivalente en la dirección opuesta (Howard 1982). Los reflejos vestibuloespinales contribuyen a la estabilidad postural y al equilibrio (Pompeiano y Allum 1988).

Disfunción del sistema de equilibrio

En circunstancias normales, la entrada de los sistemas vestibular, visual y somatosensorial es congruente, pero si se produce una aparente falta de coincidencia entre las diferentes entradas sensoriales del sistema de equilibrio, el resultado es una sensación subjetiva de mareo, desorientación o sentido ilusorio de movimiento. Si el mareo es prolongado o intenso se acompañará de síntomas secundarios como náuseas, sudoración fría, palidez, cansancio e incluso vómitos. La interrupción del control reflejo de los movimientos oculares y la postura puede dar como resultado una imagen visual borrosa o parpadeante, una tendencia a desviarse hacia un lado al caminar o tambalearse y caer. El término médico para la desorientación causada por la disfunción del sistema de equilibrio es "vértigo", que puede ser causado por un trastorno de cualquiera de los sistemas sensoriales que contribuyen al equilibrio o por una integración central defectuosa. Solo el 1 o el 2% de la población consulta a su médico cada año por vértigo, pero la incidencia de mareos y desequilibrio aumenta considerablemente con la edad. El “mareo por movimiento” es una forma de desorientación inducida por condiciones ambientales artificiales para las cuales nuestro sistema de equilibrio no ha sido equipado por la evolución, como el transporte pasivo en automóvil o barco (Crampton 1990).

Causas vestibulares del vértigo

Las causas más comunes de disfunción vestibular son la infección (vestibular laberintitis or neuronitis), o vértigo posicional paroxístico benigno (VPPB) que se desencadena principalmente al acostarse sobre un lado. Los ataques recurrentes de vértigo severo acompañados de pérdida de audición y ruidos (tinnitus) en un oído son típicos de un síndrome conocido como La enfermedad de Meniere. El daño vestibular también puede deberse a trastornos del oído medio (incluidas enfermedades bacterianas, traumatismos y colesteatoma), medicamentos ototóxicos (que deben usarse solo en emergencias médicas) y lesiones en la cabeza.

Causas periféricas no vestibulares de vértigo

Muchos médicos creen que los trastornos del cuello, que pueden alterar la información somatosensorial relacionada con el movimiento de la cabeza o interferir con el suministro de sangre al sistema vestibular, son una causa de vértigo. Las etiologías comunes incluyen lesiones por latigazo cervical y artritis. A veces, la inestabilidad está relacionada con una pérdida de sensibilidad en los pies y las piernas, que puede ser causada por diabetes, abuso de alcohol, deficiencia de vitaminas, daño a la médula espinal u otros trastornos. Ocasionalmente, el origen de las sensaciones de vértigo o del movimiento ilusorio del entorno puede atribuirse a alguna distorsión de la información visual. Una entrada visual anormal puede deberse a la debilidad de los músculos oculares o puede experimentarse al adaptarse a lentes potentes o anteojos bifocales.

Causas centrales del vértigo

Aunque la mayoría de los casos de vértigo son atribuibles a patología periférica (principalmente vestibular), los síntomas de desorientación pueden ser causados ​​por daños en el tronco encefálico, el cerebelo o la corteza. El vértigo debido a una disfunción central casi siempre se acompaña de algún otro síntoma de trastorno neurológico central, como sensaciones de dolor, hormigueo o entumecimiento en la cara o las extremidades, dificultad para hablar o tragar, dolor de cabeza, alteraciones visuales y pérdida del control motor o pérdida de la conciencia Las causas centrales más comunes de vértigo incluyen trastornos del suministro de sangre al cerebro (desde migraña hasta accidentes cerebrovasculares), epilepsia, esclerosis múltiple, alcoholismo y, en ocasiones, tumores. El mareo y el desequilibrio temporales son un efecto secundario potencial de una amplia gama de medicamentos, incluidos los analgésicos, anticonceptivos y medicamentos ampliamente utilizados para controlar las enfermedades cardiovasculares, la diabetes y la enfermedad de Parkinson, y en particular los medicamentos de acción central como estimulantes, sedantes, anticonvulsivos, antidepresivos y tranquilizantes (Ballantyne y Ajodhia 1984).

Diagnostico y tratamiento

Todos los casos de vértigo requieren atención médica para garantizar que se detecten las condiciones peligrosas (relativamente poco comunes) que pueden causar vértigo y se brinde el tratamiento adecuado. Se pueden administrar medicamentos para aliviar los síntomas del vértigo agudo a corto plazo y, en casos excepcionales, es posible que se requiera cirugía. Sin embargo, si el vértigo es causado por un trastorno vestibular, los síntomas generalmente desaparecerán con el tiempo a medida que los integradores centrales se adapten al patrón alterado de entrada vestibular, de la misma manera que los marineros expuestos continuamente al movimiento de las olas adquieren gradualmente sus "piernas de mar". ”. Para que esto ocurra, es fundamental seguir realizando movimientos enérgicos que estimulen el sistema de equilibrio, aunque en un principio provoquen mareos y molestias. Dado que los síntomas del vértigo son aterradores y vergonzosos, los pacientes pueden necesitar fisioterapia y apoyo psicológico para combatir la tendencia natural a restringir sus actividades (Beyts 1987; Yardley 1994).

Vértigo en el lugar de trabajo

Los factores de riesgo

El mareo y la desorientación, que pueden volverse crónicos, es un síntoma común en los trabajadores expuestos a solventes orgánicos; además, la exposición a largo plazo puede provocar signos objetivos de disfunción del sistema de equilibrio (p. ej., control anormal del reflejo vestibular-ocular) incluso en personas que no experimentan mareos subjetivos (Gyntelberg et al. 1986; Möller et al. 1990). Los cambios de presión que se producen al volar o bucear pueden dañar el órgano vestibular, lo que provoca vértigo repentino y pérdida de la audición que requieren tratamiento inmediato (Head 1984). Hay algunas pruebas de que la pérdida de audición inducida por el ruido puede ir acompañada de daños en los órganos vestibulares (van Dijk 1986). Las personas que trabajan durante largos períodos frente a las pantallas de las computadoras a veces se quejan de mareos; la causa de esto sigue sin estar clara, aunque puede estar relacionada con la combinación de rigidez en el cuello y entrada visual en movimiento.

Dificultades laborales

Los ataques inesperados de vértigo, como los que ocurren en la enfermedad de Menière, pueden causar problemas a las personas cuyo trabajo implica alturas, conducción, manejo de maquinaria peligrosa o responsabilidad por la seguridad de los demás. Una mayor susceptibilidad a la cinetosis es un efecto común de la disfunción del sistema de equilibrio y puede interferir con los viajes.

Conclusión

El equilibrio se mantiene mediante un sistema multisensorial complejo, por lo que la desorientación y el desequilibrio pueden deberse a una amplia variedad de etiologías, en particular a cualquier condición que afecte el sistema vestibular o la integración central de la información perceptiva para la orientación. En ausencia de daño neurológico central, la plasticidad del sistema de equilibrio normalmente permitirá que el individuo se adapte a las causas periféricas de desorientación, ya sean trastornos del oído interno que alteran la función vestibular o entornos que provocan mareos por movimiento. Sin embargo, los ataques de mareos a menudo son impredecibles, alarmantes e incapacitantes, y puede ser necesaria la rehabilitación para restaurar la confianza y ayudar a la función del equilibrio.

 

Atrás

Leer 9181 veces Última modificación el martes, 11 Octubre 2011 21: 05

" EXENCIÓN DE RESPONSABILIDAD: La OIT no se responsabiliza por el contenido presentado en este portal web que se presente en un idioma que no sea el inglés, que es el idioma utilizado para la producción inicial y la revisión por pares del contenido original. Ciertas estadísticas no se han actualizado desde la producción de la 4ª edición de la Enciclopedia (1998)."

Contenido

Referencias de sistemas sensoriales

Adler, FH. 1992. Fisiología del ojo: aplicación clínica. St. Louis: Mosby New York Books.

Adrián, WK. 1993. Rendimiento visual, agudeza y edad: Actas de Lux Europa de la VII Conferencia Europea de Iluminación. Londres: CIBSE.

Ahlström, R, B Berglund y U Berblund. 1986. Deterioro de la percepción del olor en limpiadores de tanques. Scand J Work Environ Health 12:574-581.

Amore, JE. 1986. Efectos de la exposición química sobre el olfato en humanos. En Toxicología de las fosas nasales, editado por CS Barrow. Washington, DC: Hemisphere Publishing.

Andersen, HC, I Andersen y J Solgard. 1977. Cánceres nasales, síntomas y función de las vías respiratorias superiores en carpinteros. Br J Ind Med 34:201-207.

—. 1993. Otolaryngol Clin N Am 5 (26).

Axéll, T, K Nilner y B Nilsson. 1983. Evaluación clínica de pacientes remitidos con síntomas relacionados con galvanismo oral. Scand Dent J 7:169-178.

Ballantyne, JC y JM Ajodhia. 1984. Mareos iatrogénicos. En Vértigo, editado por MR Dix y JD Hood. Chichester: Wiley.

Bar-Sela, S, M Levy, JB Westin, R Laster y ED Richter. 1992. Hallazgos médicos en trabajadores de baterías de níquel-cadmio. Israel J Med Sci 28:578-583.

Bedwal, RS, N Nair y MP Sharma. 1993. Selenio: sus perspectivas biológicas. Med Hypoth 41:150-159.

Campana, IR. 1994. Libro blanco: Aspectos neuropsiquiátricos de la sensibilidad a sustancias químicas de bajo nivel: un modelo de sensibilización neural. Toxicol Ind. Salud 10:277-312.

Besser, R, G Krämer, R Thümler, J Bohl, L Gutmann y HC Hopf. 1987. Síndrome cerebeloso límbico agudo por trimetilestaño. Neurología 37:945-950.

Beyts, JP. 1987. Rehabilitación vestibular. En Adult Audiology, Scott-Brown's Otolaryngology, editado por D Stephens. Londres: Butterworths.

Blanc, PD, HA Boushey, H Wong, SF Wintermeyer y MS Bernstein. 1993. Citocinas en la fiebre de humos metálicos. Am Rev Respir Dis 147:134-138.

Blount, BW. 1990. Dos tipos de fiebre por humos metálicos: leve frente a grave. Mil Med (agosto) 155(8):372-7

Bokina, AI, ND Eksler y AD Semenenko. 1976. Investigación del mecanismo de acción de los contaminantes atmosféricos sobre el sistema nervioso central y evaluación comparativa de métodos de estudio. Salud Ambiental Persp 13:37-42.

Bolla, KI, BS Schwartz y W Stewart. 1995. Comparación de la función neuroconductual en trabajadores expuestos a una mezcla de plomo orgánico e inorgánico y en trabajadores expuestos a solventes. Am J Ind Med 27:231-246.

Bonnefoi, M, TM Monticello y KT Morgan. 1991. Respuestas tóxicas y neoplásicas en las fosas nasales: necesidades de investigación futuras. Exp Lung Res 17:853-868.

Boysen, M y Solberg. 1982. Cambios en la mucosa nasal de trabajadores de muebles. Scand J Work Environ Health :273-282.

Brittebo, EB, PG Hogman y yo Brandt. 1987. Unión epitelial de hexaclorociclohexanos en las vías respiratorias y alimentarias superiores: una comparación entre los isómeros alfa, beta y gamma en ratones. Food Chem Toxicol 25:773-780.

Brooks, SM. 1994. Susceptibilidad del huésped a la contaminación del aire interior. J Allergy Clin Immunol 94:344-351.

Callender, TJ, L Morrow, K Subramanian, D Duhon y M Ristovv. 1993. Imágenes metabólicas cerebrales tridimensionales en pacientes con encefalopatía tóxica. Investigación Ambiental 60:295-319.

Chia, SE, CN Ong, SC Foo y HP Lee. 1992. Exposición de un estudiante de medicina al formaldehído en un laboratorio de disección de anatomía macroscópica. J Am Coll Health 41:115-119.

Choudhuri, S, KK Kramer y NE Berman. 1995. Expresión constitutiva de genes de metalotioneína en cerebro de ratón. Toxicol Appl Pharmacol 131:144-154.

Ciesielski, S, DP Loomis, SR Mims y A Auer. 1994. Exposición a pesticidas, depresión de colinesterasa y síntomas entre los trabajadores agrícolas migrantes de Carolina del Norte. Am J Public Health 84:446-451.

Clerisi, WJ, B Ross y LD Fechter. 1991. Ototoxicidad aguda de trialquilestaños en el conejillo de Indias. Toxicol Appl Pharmacol :547-566.

Coleman, JW, MR Holliday y RJ Dearman. 1994. Interacciones de citocinas y mastocitos: Relevancia para la alergia química mediada por IgE. Toxicología 88:225-235.

Cometto-Muñiz, JE y WS Cain. 1991. Influencia de los contaminantes transportados por el aire sobre el olfato y el sentido químico común. En Olfato y Gusto en Salud y Enfermedad, editado por TV Getchell. Nueva York: Raven Press.

—. 1994. Reacciones sensoriales de acritud nasal y olor a compuestos orgánicos volátiles: Los alquilbencenos. Am Ind Hyg Assoc J 55:811-817.

Corwin, J, M Loury y AN Gilbert. 1995. Lugar de trabajo, edad y sexo como mediadores de la función olfativa: Datos de la Encuesta Nacional Geográfica sobre Olores. Revista de Gerontología: Psychiol Sci 50B:P179-P186.

Consejo de Materiales, Instrumentos y Equipos Dentales. 1987. Informe de estado de la Asociación Dental Americana sobre la ocurrencia de corrosión galvánica en la boca y sus efectos potenciales. Asociación Dental J Am 115:783-787.

Consejo de Asuntos Científicos. 1989. Informe del Consejo: Formaldehído. JAMA 261:1183-1187.

Crampton, GH. 1990. Movimiento y enfermedad del espacio. Boca Ratón: CRC Press.

Cullen, Sr. 1987. Trabajadores con sensibilidades químicas múltiples. Occup Med: State Art Rev 2(4).

Deems, DA, RL Doty y RG Settle. 1991. Trastornos del olfato y del gusto, un estudio de 750 pacientes del Centro de Olfato y Gusto de la Universidad de Pensilvania. Arch Otolaryngol Head Neck Surg 117: 519-528.

Della Fera, MA, AE Mott y ME Frank. 1995. Causas iatrogénicas de alteraciones del gusto: radioterapia, cirugía y medicación. En Handbook of Olfaction and Gustation, editado por RL Doty. Nueva York: Marcel Dekker.

Dellon, AL. 1981. Evaluación de la Sensibilidad y Reeducación de la Sensación en la Mano. Baltimore: Williams & Wilkins.

Diques, RW. 1977. Receptores sensoriales. En Reconstructive Microsurgery, editado por RK Daniel y JK Terzis. Boston: Little Brown & Co.

El-Etri, MM, WT Nickell, M Ennis, KA Skau y MT Shipley. 1992. Reducciones de norepinefrina cerebral en ratas intoxicadas con soman: asociación con convulsiones e inhibición de AchE, evolución temporal y relación con otras monoaminas. Neurología Experimental 118:153-163.

Evans, J y L Hastings. 1992. Acumulación de Cd(II) en el SNC según la vía de administración: intraperitoneal, intratraqueal o intranasal. Fund Appl Toxicol 19:275-278.

Evans, JE, ML Miller, A Andringa y L Hastings. 1995. Efectos conductuales, histológicos y neuroquímicos del níquel (II) en el sistema olfativo de la rata. Toxicol Appl Pharmacol 130:209-220.

Fechter, LD, JS Young y L Carlisle. 1988. Potenciación de los cambios de umbral inducidos por el ruido y la pérdida de células ciliadas por monóxido de carbono. Audiencia Res 34:39-48.
Zorro, SL. 1973. Oftalmología Industrial y Ocupacional. Springfield: Charles C. Thomas.

Frank, ME, TP Hettinger y AE Mott. 1992. El sentido del gusto: neurobiología, envejecimiento y efectos de la medicación. Reseñas críticas en medicina de biología oral 3: 371-393.

Frank, ME y DV Smith. 1991. Electrogustometría: Una forma sencilla de probar el gusto. En Smell and Taste in Health and Disease, editado por TV Getchell, RL Doty y LM Bartoshuk. Nueva York: Raven Press.

Gagnon, P, D Mergler y S Lapare. 1994. Adaptación olfativa, cambio de umbral y recuperación a bajos niveles de exposición a metil isobutil cetona (MIBK). Neurotoxicología 15:637-642.

Gilbertson, TA. 1993. La fisiología de la recepción del gusto en vertebrados. Curr Opin Neurobiol 3:532-539.

Gordon, T y JM Fine. 1993. Fiebre de los humos metálicos. Occup Med: State Art Rev 8:505-517.

Gosselin, RE, RP Smith y HC Hodge. 1984. Toxicología Clínica de Productos Comerciales. Baltimore: Williams & Wilkins.

Graham, CH, NR Barlett, JL Brown, Y Hsia, CG Mueller y LA Riggs. 1965. Visión y Percepción Visual. Nueva York: John Wiley and Sons, Inc.

Grandjean, E. 1987. Ergonomía en Oficinas Computarizadas. Londres: Taylor & Francis.

Grant, A. 1979. Peligro óptico del endurecedor de fibra de vidrio. Med J Austral 1:23.

Gresham, LS, CA Molgaard y RA Smith. 1993. Inducción de enzimas del citocromo P-450 a través del humo del tabaco: un mecanismo potencial para desarrollar resistencia a las toxinas ambientales en relación con el parkinsonismo y otras enfermedades neurológicas. Neuroepidemiología 12:114-116.

Guidotti, TL. 1994. Exposición ocupacional al sulfuro de hidrógeno en la industria del gas amargo: algunos problemas sin resolver. Int Arch Occup Environ Health 66:153-160.

Gyntelberg, F, S Vesterhauge, P Fog, H Isager y K Zillstorff. 1986. Intolerancia adquirida a solventes orgánicos y resultados de pruebas vestibulares. Am J Ind Med 9:363-370.

Hastings, L. 1990. Neurotoxicología sensorial: uso del sistema olfativo en la evaluación de la toxicidad. Neurotoxicología y Teratología 12:455-459.

Jefe, PW. 1984. Vértigo y barotrauma. En Vértigo, editado por MR Dix y JD Hood. Chichester: Wiley.

Hohmann, B y F Schmuckli. 1989. Dangers du bruit pour l'ouië et l'emplacement de travail. Lucerna: CNA.

Holmström, M, G Rosén y B Wilhelmsson. 1991. Síntomas, fisiología de las vías respiratorias e histología de trabajadores expuestos a tableros de fibra de densidad media. Scand J Work Environ Health 17:409-413.

Hotz, P, A Tschopp, D Söderström y J Holtz. 1992. Trastornos del olfato o del gusto, síntomas neurológicos y exposición a hidrocarburos. Int Arch Occup Environ Health 63:525-530.

Howard, IP. 1982. Orientación visual humana. Chichester: Wiley.

Iggo, A y AR Muir. 1969. La estructura y función de un corpúsculo táctil que se adapta lentamente en la piel peluda. J Physiol Lond 200(3):763-796.

Sociedad de Ingeniería de Iluminación de América del Norte (IESNA). 1993. Visión y percepción. En Manual de iluminación: referencia y aplicación, editado por MS Rea y Fies. Nueva York: IESNA.

Innocenti, A, M Valiani, G Vessio, M Tassini, M Gianelli y S Fusi. 1985. Polvo de madera y enfermedades nasales: exposición al polvo de madera de castaño y pérdida del olfato (estudio piloto). Med Lavoro 4:317-320.

Jacobsen, P, HO Hein, P Suadicani, A Parving y F Gyntelberg. 1993. Exposición a solventes mixtos y discapacidad auditiva: un estudio epidemiológico de 3284 hombres. El estudio masculino de Copenhague. Ocupa Med 43:180-184.

Johansson, B, E Stenman y M Bergman. 1984. Estudio clínico de pacientes remitidos para investigación sobre el llamado galvanismo oral. Scand J Dent Res 92:469-475.

Johnson, AC y PR Nylén. 1995. Efectos de los solventes industriales sobre la audición. Occup Med: Revisiones de vanguardia. 10:623-640.

Kachru, DM, SK Tandon, UK Misra y D Nag. 1989. Envenenamiento ocupacional por plomo entre los trabajadores de la joyería de plata. Revista india de ciencias médicas 43: 89-91.

Keele, CA. 1964. Sustancias que producen dolor y picazón. Londres: Edward Arnold.

Kinnamon, SC y TV Getchell. 1991. Transducción sensorial en neuronas receptoras olfativas y células receptoras gustativas. En Smell and Taste in Health and Disease, editado por TV Getchell, RL Doty y LM Bartoshuk. Nueva York: Raven Press.

Krueger, H. 1992. Exigences visuelles au poste de travail: Diagnostic et traceement. Cahiers
médico-sociaux 36:171-181.

Lakshmana, MK, T Desiraju y TR Raju. 1993. Alteraciones inducidas por cloruro de mercurio de los niveles de actividad de noradrenalina, dopamina, serotonina y acetilcolina esterasa en diferentes regiones del cerebro de rata durante el desarrollo posnatal. Arco Toxicol 67:422-427.

Lima, C y JP Vital. 1994. Respuesta de la mucosa olfativa en cobayos después de la instilación intranasal con Cryptococcus neoformans: un estudio histológico e inmunocitoquímico. Micopatología 126:65-73.

Luxon, LM. 1984. La anatomía y fisiología del sistema vestibular. En Vértigo, editado por MR Dix y JD Hood. Chichester: Wiley.

MacKinnon, SE y AL Dellon. 1988. Cirugía del Nervio Periférico. Nueva York: Thieme Medical Publishers.

Marek, JJ. 1993. La biología molecular de la transducción del gusto. Bioensayos 15:645-650.

Marek, M. 1992. Interacciones entre las amalgamas dentales y el ambiente oral. Adv Dental Res 6:100-109.

Margolskee, RF. 1993. La bioquímica y biología molecular de la transducción del gusto. Curr Opin Neurobiol 3:526-531.

Martín, JH. 1985. Fisiología del receptor y codificación de submodalidad en el sistema sensorial somático. Principios de neurociencia, editado por ER Kandel y JH Schwartz.

Meyer, JJ. 1990. Physiologie de la vision et ambiance lumineuse. Document de l'Aerospatiale, París.

Meyer, JJ, A Bousquet, L Zoganas and JC Schira. 1990. Incomodidad e incapacidad por deslumbramiento en operadores de VDT. En Work with Display Units 89, editado por L Berlinguet y D Berthelette. Ámsterdam: Elsevier Science.

Meyer, JJ, P Rey y A Bousquet. 1983. Un estimulador automático de luz intermitente para registrar los umbrales perceptivos de parpadeo en pacientes con enfermedades de la retina. En Advances in Diagnostic Visual Optics, editado por GM Brenin e IM Siegel. Berlín: Springer-Verlag.

Meyer, JJ, P Rey, B Thorens y A Beaumanoire. 1971. Examen de sujets atteints d'un traummatisme cranio-cérébral par un test percepción visuelle: courbe de Lange. Arco Suizo de Neurol 108:213-221.

Meyer, JJ, A Bousquet, JC Schira, L Zoganas, and P Rey. 1986. Sensibilidad a la luz y tensión visual al conducir de noche. En Vision in Vehicles, editado por AG Gale. Ámsterdam: Elsevier Science Publisher.

Miller, CS. 1992. Posibles modelos de sensibilidad química múltiple: cuestiones conceptuales y función del sistema límbico. Toxicol Ind. Salud 8:181-202.

Miller, RR, JT Young, RJ Kociba, DG Keyes, KM Bodner, LL Calhoun y JA Ayres. 1985. Bioensayo de toxicidad crónica y oncogenicidad del acrilato de etilo inhalado en ratas fischer 344 y ratones B6C3F1. Droga Chem Toxicol 8:1-42.

Möller, C, L Ödkvist, B Larsby, R Tham, T Ledin y L Bergholtz. 1990. Hallazgo otoneurológico entre trabajadores expuestos al estireno. Scand J Work Environ Health 16:189-194.

Monteagudo, FSE, MJD Cassidy y PI Folb. 1989. Desarrollos recientes en toxicología del aluminio. Med Toxicol 4:1-16.

Morata, TC, DE Dunn, LW Kretschmer, GK Lemasters y RW Keith. 1993. Efectos de la exposición ocupacional a solventes orgánicos y ruido en la audición. Scand J Work Environ Health 19:245-254.

Mott, AE, M Grushka y BJ Sessle. 1993. Diagnóstico y manejo de trastornos del gusto y síndrome de boca ardiente. Clínicas Dentales de Norteamérica 37:33-71.

Mott, AE y DA Leopold. 1991. Trastornos en el gusto y el olfato. Med Clin N Am 75:1321-1353.

Mountcastle, VB. 1974. Fisiología médica. San Luis: CV Mosby.

Mountcastle, VB, WH Talbot, I Darian-Smith y HH Kornhuber. 1967. Base neural del sentido de aleteo-vibración. Ciencia :597-600.

Muijser, H, EMG Hoogendijk y J Hoosima. 1988. Los efectos de la exposición ocupacional al estireno en los umbrales de audición de alta frecuencia. Toxicología :331-340.

Nemery, B. 1990. Toxicidad de metales y vías respiratorias. Eur Respir J 3:202-219.

Naus, A. 1982. Alteraciones de la agudeza del olfato provocadas por el mentol. J Laryngol Otol 82:1009-1011.

Ortendahl, TW. 1987. Cambios orales en buzos que trabajan con soldadura/corte eléctrico bajo el agua. Sueco Dent J Suplemento 43:1-53.

Örtendahl, TW, G Dahlén y HOE Röckert. 1985. La evaluación de problemas orales en buzos que realizan soldadura eléctrica y corte bajo el agua. Submarino Biomed Res 12: 55-62.

Ogawa, H. 1994. Corteza gustativa de primates: Anatomía y fisiología. Neurociencia Res 20:1-13.

O'Reilly, JP, BL Respicio y FK Kurata. 1977. Hana Kai II: una inmersión de saturación seca de 17 días a 18.6 ATA. VII: Sensaciones auditivas, visuales y gustativas. Submarino Biomed Res 4: 307-314.

Otto, D, G Robinson, S Bauman, S Schroeder, P Mushak, D Kleinbaum y L Boone. 1985. Estudio de seguimiento de % años de niños con absorción de plomo de baja a moderada: evaluación electrofisiológica. Investigación ambiental 38: 168-186.

Oyanagi, K, E Ohama y F Ikuta. 1989. El sistema auditivo en la intoxicación por metilmercurial: una investigación neuropatológica de 14 casos de autopsia en Niigata, Japón. Acta Neuropathol 77:561-568.

Participantes de SCP Nos. 147/242 y HF Morris. 1990. Proyecto de estudios cooperativos de administración de veteranos no. 147: Asociación de sabor metálico con aleaciones metalocerámicas. J Prosthet Dent 63:124-129.

Petersen, PE y C Gormsen. 1991. Condiciones orales entre trabajadores de fábricas de baterías alemanas. Odontología Comunitaria y Epidemiología Oral 19:104-106.

Pfeiffer, P y H Schwickerath. 1991. Solubilidad del níquel y sabor metálico. Zwr 100:762-764,766,768-779.

Pompeiano, O y JHJ Allum. 1988. Control vestibuloespinal de la postura y la locomoción. Progreso en la Investigación del Cerebro, no.76. Ámsterdam: Elsevier.

Rees, T y L Duckert. 1994. Pérdida de audición y otros trastornos óticos. En Textbook of Clinical, Occupational and Environmental Medicine, editado por C Rosenstock. Filadelfia: WB Saunders.

Ressler, KJ, SL Sullivan y LB Buck. 1994. Una disección molecular de patrones espaciales en el sistema olfativo. Curr Opin Neurobiol 4:588-596.

Rey, P. 1991. Précis De Medecine Du Travail. Ginebra: Medicine et Hygiene.

Rey, P y A Bousquet. 1990. Estrategias de examen médico de la vista para operadores de VDT. En Work With Display Units 89, editado por L Berlinguet y D Berthelette. Ámsterdam: Elsevier Science.

Rose, CS, PG Heywood y RM Costanzo. 1934. Deterioro del olfato después de una exposición ocupacional crónica a cadmio. J Ocupa Med 34:600-605.

Rubiño, GF. 1990. Estudio epidemiológico de los trastornos oculares: la investigación multicéntrica italiana. En Work with Display Units 89, editado por L Berlinguet y D Berthelette. Ámsterdam: Elsevier Science Publishers BV

Rut, JH. 1986. Umbrales de olor y niveles de irritación de varias sustancias químicas: una revisión. Am Ind Hyg Assoc J 47:142-151.

Rusznak, C, JL Devalia y RJ Davies. 1994. El impacto de la contaminación en las enfermedades alérgicas. Alergia 49:21-27.

Ryback, LP. 1992. Audición: Los efectos de los productos químicos. Otorrinolaringología-Cirugía de Cabeza y Cuello 106:677-686.

—. 1993. Ototoxicidad. Otolaryngol Clin N Am 5(26).

Savov, A. 1991. Daños en los oídos, la nariz y la garganta en la producción de cobre. Problemi na Khigienata 16:149-153.

—. 1994. Cambios en el gusto y el olfato: interacciones farmacológicas y preferencias alimentarias. Nutr Rev 52(II):S11-S14.

Schiffmann, SS. 1994. Cambios en el gusto y el olfato: interacciones farmacológicas y preferencias alimentarias. Nutr Rev 52(II): S11-S14.

Schiffman, SS y HT Nagle. 1992. Efecto de los contaminantes ambientales sobre el gusto y el olfato. Otorrinolaringología-Cirugía de Cabeza y Cuello 106:693-700.

Schwartz, BS, DP Ford, KI Bolla, J Agnew y ML Bleecker. 1991. Disfunción olfativa asociada a solventes: No es un predictor de déficits en el aprendizaje y la memoria. Am J Psychiatr 148:751-756.

Schweisfurth, H y C Schottes. 1993. Intoxicación aguda de un gas tipo hidrazina por 19 trabajadores en un basurero. Zbl Hyg 195:46-54.

Shusterman, D. 1992. Revisión crítica: La importancia para la salud de la contaminación ambiental por olores. Arco Salud Ambiental 47:76-87.

Shusterman, DJ y JE Sheedy. 1992. Trastornos ocupacionales y ambientales de los sentidos especiales. Occup Med: State Art Rev 7:515-542.

Siblerud, RL. 1990. La relación entre el mercurio de la amalgama dental y la salud de la cavidad oral. Ann Dent 49:6-10.

Sinclair. 1981. Mecanismos de Sensación Cutánea. Oxford: Universidad de Oxford. Presionar.

Spielman, AI. 1990. Interacción de la saliva y el gusto. J Dental Res 69:838.

Stevens, JC y WS Caín. 1986. El envejecimiento y la percepción de la irritación nasal. Physiol Behav 37:323-328.

van Dijk, FJH. 1986. Efectos no auditivos del ruido en la industria. II Una revisión de la literatura. Int Arch Occup Environ Health 58.

Verriest, G y G Hermans. 1975. Les aptitudes visuelles professionnelles. Bruxelles: Imprimerie médicale et scientifique.

Welch, AR, JP Birchall y FW Stafford. 1995. Rinitis ocupacional - Posibles mecanismos de patogénesis. J Laryngol Otol 109:104-107.

Weymouth, FW. 1966. El ojo como instrumento óptico. En Fisiología y Biofísica, editado por TC Ruch y HD Patton. Londres: Saunders.

Wieslander, G, D Norbäck y C Edling. 1994. Exposición ocupacional a pintura a base de agua y síntomas en la piel y los ojos. Ocupar Environ Med 51: 181-186.

Winberg, S, R Bjerselius, E Baatrup y KB Doving. 1992. El efecto de Cu (II) en el electroolfatograma (EOG) del salmón del Atlántico (Salmo salar L) en agua dulce artificial de concentraciones variables de carbono inorgánico. Ecotoxicología y Seguridad Ambiental 24:167-178.

Witeck, TJ. 1993. La nariz como objetivo de los efectos adversos del medio ambiente: aplicación de avances en medidas y mecanismos fisiológicos nasales. Am J Ind Med 24:649-657.

Organización Mundial de la Salud (OMS). 1981. Arsénico. Criterios de Salud Ambiental, no.18. Ginebra: OMS.

Yardley, L. 1994. Vértigo y mareo. Londres: Routledge.

Yontchev, E, GE Carlsson y B Hedegård. 1987. Hallazgos clínicos en pacientes con molestias orofaciales. Int J Oral Maxillofac Surg 16:36-44.