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Viernes, enero 14 2011 19: 53

Enfermedad Mental

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Carles Muntaner y William W. Eaton

Introducción

La enfermedad mental es uno de los resultados crónicos del estrés laboral que impone una gran carga social y económica a las comunidades (Jenkins y Coney 1992; Miller y Kelman 1992). Dos disciplinas, la epidemiología psiquiátrica y la sociología de la salud mental (Aneshensel, Rutter y Lachenbruch 1991), han estudiado los efectos de los factores psicosociales y organizacionales del trabajo en la enfermedad mental. Estos estudios se pueden clasificar según cuatro enfoques teóricos y metodológicos diferentes: (1) estudios de una sola ocupación; (2) estudios de amplias categorías ocupacionales como indicadores de estratificación social; (3) estudios comparativos de categorías ocupacionales; y (4) estudios de factores de riesgo psicosociales y organizacionales específicos. Revisamos cada uno de estos enfoques y discutimos sus implicaciones para la investigación y la prevención.

Estudios de una sola ocupación

Hay numerosos estudios en los que el foco ha sido una sola ocupación. La depresión ha sido el foco de interés en estudios recientes de secretarias (Garrison y Eaton 1992), profesionales y gerentes (Phelan et al. 1991; Bromet et al. 1990), trabajadores informáticos (Mino et al. 1993), bomberos ( Guidotti 1992), maestros (Schonfeld 1992) y “maquiladoras” (Guendelman y Silberg 1993). El alcoholismo y el abuso y la dependencia de las drogas se han relacionado recientemente con la mortalidad entre los conductores de autobús (Michaels y Zoloth 1991) y con las ocupaciones gerenciales y profesionales (Bromet et al. 1990). Se han encontrado síntomas de ansiedad y depresión que son indicativos de un trastorno psiquiátrico entre trabajadores de la confección, enfermeras, maestros, trabajadores sociales, trabajadores de la industria petrolera en alta mar y médicos jóvenes (Brisson, Vezina y Vinet 1992; Fith-Cozens 1987; Fletcher 1988; McGrath, Reid y Boore 1989; Parkes 1992). La falta de un grupo de comparación dificulta determinar la importancia de este tipo de estudio.

Estudios de Categorías Ocupacionales Amplias como Indicadores de Estratificación Social

El uso de ocupaciones como indicadores de estratificación social tiene una larga tradición en la investigación de la salud mental (Liberatos, Link y Kelsey 1988). Los trabajadores en trabajos manuales no calificados y los funcionarios públicos de grado inferior han mostrado altas tasas de prevalencia de trastornos psiquiátricos menores en Inglaterra (Rodgers 1991; Stansfeld y Marmot 1992). Se ha descubierto que el alcoholismo prevalece entre los trabajadores de cuello azul en Suecia (Ojesjo 1980) y aún más entre los gerentes en Japón (Kawakami et al. 1992). La falla en diferenciar conceptualmente entre los efectos de las ocupaciones per se de los factores de “estilo de vida” asociados con los estratos ocupacionales es una debilidad seria de este tipo de estudio. También es cierto que la ocupación es un indicador de estratificación social en un sentido diferente a la clase social, es decir, en tanto esta última implica control sobre los activos productivos (Kohn et al. 1990; Muntaner et al. 1994). Sin embargo, no ha habido estudios empíricos de enfermedad mental utilizando esta conceptualización.

Estudios Comparativos de Categorías Ocupacionales

Las categorías del censo para ocupaciones constituyen una fuente de información fácilmente disponible que permite explorar asociaciones entre ocupaciones y enfermedades mentales (Eaton et al. 1990). Los análisis del estudio Epidemiological Catchment Area (ECA) de categorías ocupacionales integrales han arrojado hallazgos de una alta prevalencia de depresión para ocupaciones profesionales, de apoyo administrativo y de servicios domésticos (Roberts y Lee 1993). En otro importante estudio epidemiológico, el estudio del condado de Alameda, se encontraron altas tasas de depresión entre los trabajadores en ocupaciones manuales (Kaplan et al. 1991). Se han encontrado altas tasas de prevalencia de 12 meses de dependencia del alcohol entre los trabajadores en los Estados Unidos en ocupaciones artesanales (15.6 %) y trabajadores (15.2 %) entre los hombres, y en ocupaciones agrícolas, forestales y pesqueras (7.5 %) y ocupaciones de servicios no calificados (7.2%) entre las mujeres (Harford et al. 1992). Las tasas de ECA de abuso y dependencia del alcohol arrojaron una alta prevalencia entre las ocupaciones de transporte, artesanía y mano de obra (Roberts y Lee 1993). Los trabajadores del sector servicios, los conductores y los trabajadores no calificados mostraron altas tasas de alcoholismo en un estudio de la población sueca (Agren y Romelsjo 1992). La prevalencia de doce meses de abuso o dependencia de drogas en el estudio de ECA fue mayor entre las ocupaciones de agricultura (6%), artesanía (4.7%) y operador, transporte y obrero (3.3%) (Roberts y Lee 1993). El análisis de la ECA de prevalencia combinada para todos los síndromes de dependencia o abuso de sustancias psicoactivas (Anthony et al. 1992) arrojó tasas de prevalencia más altas para trabajadores de la construcción, carpinteros, oficios de la construcción en general, meseros, camareras y ocupaciones de transporte y mudanzas. En otro análisis de ECA (Muntaner et al. 1991), en comparación con las ocupaciones gerenciales, se encontró un mayor riesgo de esquizofrenia entre los trabajadores domésticos privados, mientras que los artistas y los oficios de la construcción se encontraron con mayor riesgo de esquizofrenia (delirios y alucinaciones), según el criterio A del Manual de Diagnóstico y Estadística de los Trastornos Mentales (DSM-III) (APA 1980).

Se han realizado varios estudios de ECA con categorías ocupacionales más específicas. Además de especificar más de cerca los entornos ocupacionales, se ajustan a los factores sociodemográficos que podrían haber llevado a resultados falsos en estudios no controlados. Se han informado altas tasas de prevalencia de 12 meses de depresión mayor (por encima del 3% al 5% encontrado en la población general (Robins y Regier 1990), para digitadores de datos y operadores de equipos informáticos (13%) y mecanógrafos, abogados, maestros de educación especial maestros y consejeros (10%) (Eaton et al. 1990).Después del ajuste por factores sociodemográficos, los abogados, maestros y consejeros tenían tasas significativamente elevadas en comparación con la población empleada (Eaton et al. 1990).En un análisis detallado de 104 ocupaciones, los trabajadores de la construcción, los oficios calificados de la construcción, los conductores de camiones pesados ​​y los transportistas de materiales mostraron altas tasas de abuso o dependencia del alcohol (Mandell et al. 1992).

Los estudios comparativos de categorías ocupacionales adolecen de los mismos defectos que los estudios de estratificación social. Por lo tanto, un problema con las categorías ocupacionales es que los factores de riesgo específicos están obligados a pasarse por alto. Además, los factores de "estilo de vida" asociados con las categorías ocupacionales siguen siendo una potente explicación de los resultados.

Estudios de Factores de Riesgo Psicosociales y Organizacionales Específicos

La mayoría de los estudios de estrés laboral y enfermedad mental se han realizado con escalas del modelo Demanda/Control de Karasek (Karasek y Theorell 1990) o con medidas derivadas del Diccionario de Títulos Ocupacionales (DOT) (Caín y Treiman 1981). A pesar de las diferencias metodológicas y teóricas que subyacen a estos sistemas, miden dimensiones psicosociales similares (control, complejidad sustantiva y demandas laborales) (Muntaner et al. 1993). Las demandas laborales se han asociado con el trastorno depresivo mayor entre los trabajadores masculinos de las centrales eléctricas (Bromet 1988). Se ha demostrado que las ocupaciones que implican falta de dirección, control o planificación median la relación entre el estatus socioeconómico y la depresión (Link et al. 1993). Sin embargo, en un estudio no se encontró la relación entre bajo control y depresión (Guendelman y Silberg 1993). La cantidad de efectos negativos relacionados con el trabajo, la falta de recompensas laborales intrínsecas y los factores estresantes organizacionales, como el conflicto de roles y la ambigüedad, también se han asociado con la depresión mayor (Phelan et al. 1991). El consumo excesivo de alcohol y los problemas relacionados con el alcohol se han relacionado con las horas extraordinarias de trabajo y la falta de recompensas laborales intrínsecas entre los hombres y con la inseguridad laboral entre las mujeres en Japón (Kawakami et al. 1993), y con las altas demandas y el bajo control entre los hombres en el país. Estados Unidos (Bromet 1988). También entre los hombres estadounidenses, las altas demandas psicológicas o físicas y el bajo control predijeron el abuso o la dependencia del alcohol (Crum et al. 1995). En otro análisis de ECA, las altas demandas físicas y la poca discreción de habilidades fueron predictivas de dependencia de drogas (Muntaner et al. 1995). Las demandas físicas y los riesgos laborales fueron predictores de esquizofrenia o delirios o alucinaciones en tres estudios estadounidenses (Muntaner et al. 1991; Link et al. 1986; Muntaner et al. 1993). Las demandas físicas también se han asociado con enfermedades psiquiátricas en la población sueca (Lundberg 1991). Estas investigaciones tienen el potencial de prevención porque los factores de riesgo específicos y potencialmente maleables son el foco del estudio.

Implicaciones para la investigación y la prevención

Los estudios futuros podrían beneficiarse del estudio de las características demográficas y sociológicas de los trabajadores para afinar su enfoque en las ocupaciones propiamente dichas (Mandell et al. 1992). Cuando la ocupación se considera un indicador de la estratificación social, se debe intentar el ajuste por factores estresantes no laborales. Es necesario investigar los efectos de la exposición crónica a la falta de democracia en el lugar de trabajo (Johnson y Johansson 1991). Una importante iniciativa para la prevención de los trastornos psicológicos relacionados con el trabajo se ha centrado en mejorar las condiciones de trabajo, los servicios, la investigación y la vigilancia (Keita y Sauter 1992; Sauter, Murphy y Hurrell 1990).

Mientras que algunos investigadores sostienen que el rediseño del trabajo puede mejorar tanto la productividad como la salud de los trabajadores (Karasek y Theorell 1990), otros han argumentado que las metas de maximización de ganancias de una empresa y la salud mental de los trabajadores están en conflicto (Phelan et al. 1991; Muntaner y O' Campo 1993; Ralph 1983).

 

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